sábado, 14 de mayo de 2011

Bicentenario de la Independencia

Mucho, realmente mucho se habla del Bicentenario en cada país latinoamericano por estos años. Paraguay no se ha quedado atrás.

Paraguay se independizó de facto el 15 de mayo de 1811. Acelerando el plan de la revolución debido a que Brasil iba a prestar apoyo a la causa realista en Paraguay mediante el diplomático José de Abreu, y a que se descubrió la conspiración. Por ello los próceres, en la noche del 14 y madrugada del 15 de mayo de 1811 tomaron el poder en Asunción. Sin embargo, de iure recién nos independizamos el 25 de noviembre de 1842, con el Acta de Independencia Nacional. Vemos de esta forma que el tradicional espíritu del "así no más" o "ya está ya" (expresiones comunes en el habla del paraguayo) ya estaba desde nuestro nacimiento con nosotros.

Debido a este espíritu abatido, sumiso y débil del paraguayo tradicional permanecimos en las sombras de la historia, a excepción de ciertos periodos en los que gobernaron grandes caudillos de nuestra nación, tales como el Doctor Francia, Carlos Antonio López. Estos grandes estadistas lograron elevar a Paraguay económica o políticamente, pero no lograron restaurar la psicología del pueblo, inclusive, esto llevó al paraguayo a pensar que para mejorar de condición debía ser gobernado por un dictador.

La situación anímica del país decayó aún más con la ignominiosa Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), una catástrofe sin precedentes en la historia de América, y comparable a las Guerras Mundiales. Luego de esto, y hasta ahora, el Paraguay se mantiene como lacayo de Brasil y Argentina alternativamente, dependiendo de cuál partido está en el poder: el Partido Colorado, títere del Brasil, y el Liberal, sumido a los intereses argentinos. Luego de un tiempo Paraguay tuvo que enfrentarse a Bolivia en la Guerra del Chaco, guerra que se podría fácilmente comparar con la Guerra de Corea u otra de la Guerra Fría, debido a que fueron enfrentados, no un país débil contra otro fuerte, sino dos débiles que representaban los intereseses de dos potencias antagónicas, en este caso dos empresas petroleras.

A pesar de haber salido triunfante el Paraguay de la Guerra del Chaco, el resultado fue malogrado debido a la anarquía en la que se encontraba el país, que llegó a convertirse en Guerra Civil hacia 1947. Todo esto se mantuvo así hasta la dictadura de Alfredo Strößner (castellanizado Stroessner), de 1954 a 1989. Quien logró pacificar el país, pero mediante la fuerza, muchos de sus logros, indiscutibles, hasta ahora son usados como apología a la dictadura, creo que no hace falta ser dictador perpetuo para hacer bien las cosas. A su caída inicia la denominada transición democrática.

Este periodo se está alargando demasiado ya, esto debido a la incompetencia política del Gobierno, que en muchos aspectos tiende a hacer lo que hacen el resto de los gobiernos del mundo. Sin embargo, no entienden que no se pueden aplicar leyes que rigen a otros pueblos a Paraguay, pues tenemos diferente fisonomía, diferente mentalidad, diferente objetivo. Deben entender los gobernantes que están allí porque se supone que deben comprender las problemáticas del país, y en base a esa comprensión del problema buscar la solución más competente. Otro de los grandes problemas es la corrupción política, esto es debido a que el paraguayo tradicional no siente respeto por la ley, no comprende que debe sujetarse a reglas de civismo, que la base de la república es que, aún teniendo la libertad de hacer lo malo, hacer lo bueno, en síntesis, no comprende la responsabilidad de la libertad. Y si alguien no comprende la responsabilidad de la libertad, está en muy graves problemas, que aún así, se pueden solucionar muy fácilmente, con una simple reestructuración de los esquemas mentales de la persona, o en este caso del pueblo.

Ahora, y aprovechando el espíritu reflexivo de estos doscientos años de independencia política, el país se encuentra ante una encrucijada: mantener el viejo espíritu de mediocridad, debilidad, inferioridad, vergüenza y paradójicamente también de corrupción, sinvergüencía y deshonestidad y ser el Viejo Paraguay, o tomar el ejemplo de países como Alemania o Japón, que se mantienen orgullosos, fuertes, competitivos, que por más que se vuelque el mundo contra ellos, igual se levantan, por lo que el mundo (esto es, las potencias económicas y políticas) se abalanza contra ellos y los destruyen hasta las cenizas, y aún así se atreven a convertirse en lo que ahora son: la cuarta y tercera potencia mundial, respectivamente. Tomemos el ejemplo de ellos y de muchos otros países, que con ferviente amor a su patria no se pasan dando discursos políticos, ni haciendo festejos en vano, sino trabajando y empeñándose en el trabajo por el bien de las futuras generaciones y ser un Nuevo Paraguay.

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